Zonas interiores by Jordi Sierra i Fabra

Zonas interiores by Jordi Sierra i Fabra

autor:Jordi Sierra i Fabra
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
publicado: 2012-04-25T23:00:00+00:00


37

—No es sólo físico —trató de defenderse Irene—. No es que vaya a casarme con él, pero... En fin, que me gusta. ¿Hay algo de malo en ello?

—¿Y lo de Miguel? —preguntó Alicia.

—Es distinto.

—¿En qué sentido?

—Si lo de Miguel hubiese funcionado, habría cortado con Sixto.

—O sea que como lo de Miguel no ha funcionado, al menos esta semana, vas a seguir con Sixto —la pinchó Regina.

—¡Eh, eh, para! ¿Esto de qué va? —Irene se movió inquieta en su silla.

—Estamos hablando en confianza, mujer —le dijo Alejandra de forma que ella encontró sorprendente a juzgar por su expresión.

—Que a mí me parece bien, tú —insistió Regina—. Sixto es guapo, más que eso: es un verdadero cromo. Yo siempre he creído que debía funcionar muy bien en la cama, porque otra cosa... A su edad los tíos no tienen demasiado cerebro, pero en cambio... —Hizo un gesto expresivo con las dos manos, marcando una distancia entre ellas frente a sí.

—Pero ¡qué bestia eres, por Dios! —exclamó Alicia.

—No soy bestia: soy realista —aclaró ella—. Y me gusta llamar a las cosas por su nombre, y al pan, pan, y al vino, vino, y dentro de cien años todas calvas.

—Tú eres una romántica, Alicia —dijo Alejandra.

—¿Y eso es malo?

—¡Qué va, si en el fondo es lo mejor! —aseguró Regina—. Pero se pasa de mal...

—¿Qué es lo que más te gusta de un chico? —le preguntó Irene a Alicia.

—El carácter.

—No, eso viene después —volvió a hablar Regina, que daba la sensación de tener monopolizado el tema. Y como si la pregunta inicial la hubiese hecho ella, puntualizó—: Me refiero a lo primero que ves en él y te impulsa a acercarte o a decirle que sí o a pasar.

—No sé... el aspecto, las manos.

—Las manos dicen mucho de una persona —observó Alejandra.

—Las manos, genial —bufó Regina.

—Yo me fijo en los ojos, los labios, los hombros, los brazos... —empezó a decir Irene.

—Y el culo, va dilo —intercaló Regina.

Irene se rió, y arrastró con su risa a las otras dos.

—Y el culo, de acuerdo —aceptó.

—¡Y el paquete! —volvió a decir Regina—. ¿O no?

—¡Anda ya, tía, cómo eres! —protestó Alicia.

—¿Cómo soy YO? ¡Querréis decir cómo sois vosotras!

—El paquete es lo de menos —minimizó Alejandra.

—Sí, todos son iguales —la secundó Irene.

—¡De pequeños! —gritó Regina, riendo sin poderse contener.

Las cuatro lo hicieron, durante unos segundos, hasta que una a una retornaron a una calma suficiente como para poder seguir hablando. Fue Alejandra la que primero rompió este recién nacido equilibrio.

—Eres una libidinosa —se burló de Regina.

—Y que dure.

—En serio —dijo Irene—, ¿no me digas que aún eres de las que cree que el tamaño es importante?

—A veces sí —reconoció Regina.

—Será para algunas chicas y en lo peor, porque Sagrario me habló no hace mucho, a nivel médico, por supuesto, del problema de los chicos que van demasiado equipados...

—¡Huy, demasiado equipados, qué bien que hablas! —la cortó Regina.

—Me refiero a que la tienen demasiado larga, ¿vale? —continuó Alejandra, ahora hablando en serio—. No pueden llevar a cabo la penetración, porque las destroza y las hace polvo.



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